EL NACIONAL – MIÉRCOLES 28 DE MARZO DE 2001
CULTURA

El cuatro de Fredy Reyna ya no suena más

El maestro venezolano falleció, a la edad de 83 años, en la noche del martes, a consecuencia de un paro cardio-respiratorio. Sus restos fueron cremados en el Cementerio del Este
ZAYIRA ARENAS

Los niños, la música y los juguetes fueron la esencia de Fredy Reyna

“Soy un hombre del Renacimiento que vive en el siglo XX”, decía con frecuencia el maestro Fredy Reyna. Y sus buenas razones tenía: “Digo que soy un hombre del Renacimiento porque en esa época el hombre tenía un conocimiento humano integral y creo que por eso fue un tiempo de grandes genios y grandes descubrimientos. Yo quiero eso para mí y mi pueblo y para los niños venezolanos”.

Palabras ciertas y así lo demostró durante los 83 años de su vida. Del Renacimiento heredó el indudable placer que siempre proporciona degustar de ese buen vino que es el conocimiento. Sus manos siempre jugaron a volar aquel avión francés de pequeñas proporciones, o mover a Juan Bimba y Ana, dos de sus marionetas favoritas. O fabricar maravillosos instrumentos y usar el pincel para colorear sus fantasías. O mejor aún, hacer crecer esa pequeña caja de madera de cuatro cuerdas, una guitarra enana, que en vez del tradicional cam-bur-pin-tón- hablaba con otras sílabas: cam-bur-ton-pín. Así se alimentaba él y todos los que lo rodeaban.

Nació el 3 de abril de 1917 y es con su partida de nacimiento que se descubre su verdadera identidad. Federico es su nombre, pero desde pequeño decidieron llamarlo Fredy (así, con una sola d), para salirle al paso a un inevitable “Federiquito” que tanto repugnaba a su padre. Y si bien su esposa Lolita -con quien contrajo matrimonio el 28 de marzo de 1942, lo conoció como Fredy, hubo otros, sus compañeros de estudio -Raúl Borges, Antonio Lauro, Vicente Emilio Sojo y Antonio Estévez- para quienes era sencillamente Federico.

“Mi padre era Federico Reyna Herrera y mi madre Margarita Revenga Reyna. Puedo decir con orgullo que soy bisnieto de José Rafael Revenga, quien se desempeñó como secretario del Libertador Simón Bolívar”, recordó hace unos tantos años el maestro Reyna. Y de ese pasado también desempolvó otros recuerdos: “Yo era muy mal estudiante. Por eso cuando iba al colegio me metía en una jaula para aprender del caletre, pero cuando salía de esa jaula, en mi casa, me metían en el baño. En vez de convertirse en una tortura me permitió conocerme a mí mismo: descubrí que tenía y que tengo un mundo interno muy grande. Vivía en una forma imaginativa y esto me ha salvado de ser una persona común y corriente”.

Pasiones inextinguibles

Tan grande era su mundo interno, que una de sus principales ambiciones fue desarrollar la enseñanza de los temas venezolanos a través del instrumento nacional: el cuatro; despertar el amor en los niños, jóvenes y adulto por la cultura venezolana y rellenar de maravillas y colores ese cuaderno que es la imaginación de otros. Lo logró también gracias a ese inevitable viaje que entre 1958 y 1966 emprendería a Europa. A la capital francesa voló para “informarse”, ver, confrontar y comprobar. El Viejo Continente le dio los elementos comparativos, la sustancia enriquecedora, pero con los ojos puesto siempre en la raíz primaria. “Salí por seis meses, pero han pasado nueve años y esa es una cuota demasiado fuerte. Durante ese tiempo me he dedicado a desarrollar los conocimientos adquiridos interiormente”. Conocimiento que con todos compartió.
Envidiable es su colección de juguetes, que ha estado ampara por una fundación que lleva el nombre de su artífice. Su pasión por todo que fue un camino abierto a ese afán inextinguible del juego infantil, los llevo a él, a Lolita y a sus cuatro hijos -Tatiana, Federico, Maurice y Ana Isabel- a buscarlos incansablemente, a través de los años, en tiendas de antiguedades y especializadas para adquirir una nueva pieza que enriqueciera el conjunto. Perfectas miniaturas de máquinas de escribir, maquinitas de coser, pequeños robots, locomotoras con vagón de hierro fundido, pelotas, títeres, volatineros y equilibristas de circo llevan la marca “Fredy Reyna”.

La música también se convirtió en la esencia de su vida y así lo confesaría en 1967. “Con la música estoy, la siento, desde muy pequeño. Mi papá tocaba piano y no era nada del otro mundo escuchar mucha música en casa. En una retreta que me llevó mi papá al Parque Carabobo, cuando tenía uno o dos años, al terminar el concierto el director se acercó y preguntó quién era ese niño. Para él yo tenía grandes condiciones musicales: había seguido todo el tiempo, con gran atención el concierto. Claro, la Caracas de aquel tiempo ayudaba”.

Desde entonces nunca se separó de las notas musicales y mucho menos de su amado cuatro, aunque primero entre sus manos acarició la guitarra.

“Cierta noche después de una serenata, alguien del ‘combo’ decidió armarse con la guitarra y empeñarla. No pudo efectuarse el ‘desempeño’ del instrumento. Me hallaba en la imposibilidad administrativa de adquirir una nueva guitarra y nada… nada… nada. Entonces es cuando cuadra en mi la vivencia del cuatro. Lo primero que debía hacer y así lo hice- era poner una afinación cónsona relacionada con el instrumento a que estaba acostumbrado, o sea , la guitarra grande. Cambié el temple tradicional del cuatro por otra con la prima aguda, lo que me facilitó desde mi primer encuentro con el instrumento iniciar un repertorio de obras en las cuales el punteo y el acompañamiento funcionaran simultáneamente. Esta nueva técnica ha comenzado a difundirse a través de los discos que he impreso”.

¿Y ante eso cómo quedaba el cuatro tradicional?. Su respuesta fue contundente: “Me creo en la obligación de informarle que nunca he dejado de creer en el cuatro tradicional como instrumento nacional, poderoso, arcaico, indomable. Con el cuatro afinado en la otra forma se logran posibilidades más funcionales como instrumento solista, sin perder las cualidades propias del instrumento popular”.

Por su dilatada y trascendente labor dedicada a la valoración de cuatro, fue reconocido, en 1990, con el Premio Nacional de Cultura Popular. Sobre ello comentaría: “Debo confesar que el anuncio me produce gran emoción. Me siento honrado porque primero lo recibió el gran maestro venezolano Miguel Acosta Saignes y luego el arquitecto popular y también admirado Juan Félix Sánchez. Este premio es una de las mejores cosas que me puede pasar en toda mi vida. Lo recibo con emoción y humildad”.

Y con emoción y humildad despidieron ayer al maestro Reyna, cuyos restos fueron cremados en el Cementerio de Este. Todos recordarán a este hombre del Renacimiento, cuya partida de este mundo que conocemos, fue el pasado martes 27 de marzo.

Una vida cuerda a cuerda

1934-1941. Recibe clases particulares con el maestro Raúl Borges e ingresa a la escuela de Música y Declamación. Estudia solfeo y guitarra.
1936-1940. Ingresa a la Escuela de Artes Plásticas. Inicia sus labores de docente en Dibujo y Educación Artística en la Escuela Técnica Industrial y la Escuela Experimental Venezuela. Funda el primer Orfeón Liceísta de Venezuela y el primer Taller de Manualidades Masculinas en el liceo Andrés Bello y, junto con Alberto de Paz y Mateos, el primer teatro liceísta de Venezuela.
1941-1945. Continúa sus labores de docente de Dibujo y Educación Artística en varios liceos de Caracas. Junto a Henry Thompson funda el primer ballet liceísta en el liceo Andrés Bello.
1946-1948. Se residencia en París. Estudia en la Ecole dÇArt Apliqueé a lÇIndustrie de Paría con Max Bertrans. Asiste a un curso de gignol dictado por Gastón Baty.
1949-1950. Dirige la Escuela de Marionetas del Ministerio de Educación. Crea el Teatro de Títeres Tamborón. Da clases de Educación Artística en el liceo Fermín Toro. Ofrece su primer concierto de cuatro en el Ateneo de Caracas y recitales en ciudades del interior del país. Participa en el programas “Fredy y Lolita” por Radio Caracas Televisión y en otros sobre el cuatro. Publica su primer método de cuatro y graba sus 2 primeros discos como solista: Cuatro Suites de Cuatro volumenes I y II.
1958-1966. Graba el disco América en el cuatro y ofrece su último concierto antes de residenciarse en Europa. Se interesa por la investigación de la música antigua para cuerdas pulsadas y nace su inquietud por la construcción de instrumentos de cuerda. Obtiene una beca del instituto de Cultura Hispánica de Madrid para realizar investigaciones musicales y se inicia en el arte flamenco.
1967-1996. Regresa al país. Dicta su primer curso de cuatro solista en la Universidad Central de Venezuela. Se presenta al lado de Alirio Díaz, Morella Muñoz, Rodrigo Riera en Venezuela, América Latina y el Caribe, Estados Unidos y Europa. Graba 46 programas para Radio Nacional, “El cuatro con Fredy Reyna” y 10 programas para la Televisora Nacional, Canal 5. Imparte clases de iniciación artística integral junto con Lolita, su esposa, durante 23 años. Graba Fredy Reyna Solos de Cuatro y El cuatro de Fredy Reyna. Crea la Fundación Fredy Reyna con el objetivo de preservar, conservar y difundir su obra. Ofrece cursos de alfabetización musical con el cuatro en 20 núcleos de la Orquesta Nacional Juvenil del interior del país.
1984. Comienza su nuevo método de cuatro, que termina en 1993.
1986. Publica el Alfabetacuatro.
1988. Se edita su libro El mago del cuatro con fotos del autor.
1990. Recibe el Premio Nacional de Cultura Popular Aquiles Nazoa.