Cuando era chiquita, en todas las fiestas familiares, mi abuelo tocaba cuatro. Siempre lo tenÃa en mano como un fiel compañero. En el instante que se abrÃa un silencio, el empezaba a tocar, y la gente de la fiesta, se callaba y volteaban a verlo y escucharlo. como eramos niños nos quedabamos conversando o jugando, y siempre salÃa una voz por encima d ela música que decÃa “a callar que el arte habla” y en ese segundo los que estabamos jugando, nos callabamos y prestabamos atención a lo que tocaba el abuelo. desde ahi, el respeto por la música surgió en mi